Asesinato de niñas y niños: el reflujo de la corrupción en Sinaloa

Asesinato de niñas y niños: el reflujo de la corrupción en Sinaloa

Por Ernesto Alonso Lopez

El asesinato de niñas y niños, jovencitas y jovencitos, los crímenes contra mujeres, la violación, el suicidio, la violencia machista, el aumento de la prostitución, el alza de drogadicción a sustancias cada vez más terribles en sus efectos, son parte de la descomposición social en Sinaloa; esto es alarmante y es un reflujo, más que reflejo, de la inmoralidad viciosa del libertinaje por el culto a lo más oscuro de la muerte de una sociedad sumida en la CORRUPCION, aceptado, prohijado, promovido, tolerado, comido atascadamente, vomitado y vuelto a saborear por una sociedad acostumbrada al sin futuro, desorganizada, que espera a un Dios y jamás llegará.

La normalizada violencia, la pobreza aceptada y la falta de oportunidades para quienes no se dedican al narcotrafico y no se permiten dar el salto para convertirse en uno más de los llamados «EMPRESARIOS de ALTO RIESGO» y tampoco quieren ser parte de la cadena de distribución o suministro por temor a perder sus vidas, son moneda corriente en esta virulenta e impetuosa región al noroeste de México.

Pero, ¿quiénes son los responsables de esta situación? ¿Por qué no se hace algo para detener esta espiral de degradación social y gubernamental?

La respuesta es simple: la corrupción. Los gobiernos locales y estatales, así como los representantes del gobierno federal, están más preocupados por sus propios intereses que por el bienestar de los sinaloenses. Viven metidos en reyertas personales, observando moros con tranchetes y destruyendo al prójimo en aras de sostener sus privilegios que fueron conseguidos de forma ilegal, también, aunque digan que son legítimos. Mienten como respiran dice el periodista Joaquín López Dóriga.

En Sinaloa, la corrupción está presente en todos los ámbitos: desde los trabajadores de la basura que no recogen tu basura si no les das su propina a pesar de que es su trabajo y que ya reciben un sueldo por ello, pasando por la policía mordelona, o los jefes de los periodistas que se prestan al departamento de corte y confección para según la línea editorial atacar o alabar al funcionario que les convenga aparentando ser adalides de la libertad de expresión, hasta las altas esferas del poder. La impunidad es la norma, y los responsables de hacer cumplir la ley son los primeros en violarla.

La carestía y el alza de precios indiscriminada son solo la punta del iceberg. La situación económica en Sinaloa es precaria, con una gran brecha entre ricos y pobres. La falta de empleo y de oportunidades de educación y formación son la norma para muchos jóvenes en la región. El resultado es una generación desencantada y sin esperanza de futuro.

Pero lo peor de todo es la simulación de democracia. Las elecciones en Sinaloa están lejos de ser justas y transparentes. El fraude electoral es común, y los partidos políticos son controlados por las élites económicas y políticas. La sociedad no tiene voz ni voto en las decisiones que afectan su vida diaria.

En resumen, la descomposición social en Sinaloa es el resultado de la corrupción y la falta de responsabilidad de los gobiernos. Es hora de que las autoridades tomen medidas serias para detener esta espiral de violencia y pobreza. Los ciudadanos deben ser escuchados y deben tener un papel activo en la construcción de un futuro más justo y equitativo para todos. La democracia real debe ser una prioridad, y los derechos de la sociedad deben ser respetados y protegidos. Sólo así se podrá construir un futuro mejor para todos en Sinaloa. ¿Nada más? Sí, nada más y nada menos. Es simple. Es fácil la respuesta. El primer mandatario NO DARÁ ESE PASO Y TAMPOCO LOS DEMÁS.

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